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Lutgardo y su maravillosa realidad alterna en Puerto Rico

¡Cuatro millones de dólares! Eso fue lo que pagó el ex-juez Salvador Casellas para la libertad por fianza de su hijo, el ahora preso Pablo Casellas, por asesinar a su esposa. ¿Lo recuerdan? Al momento, las redes sociales explotaron –como siempre pasa cuando hay baile, botella y baraja– reaccionando a lo que muchos interpretaron como una victoria del entonces acusado y una lección por haber derrotado el pendejo referéndum aquel.

Por mi parte, simplista que soy, solo me vino una idea a la mente: ¿en qué clase de mundo una persona es capaz de conseguir cuatro millones de dólares en par de horas? Definitivamente no en el mío. Se vio tan surreal que prácticamente podría haber estado viendo una película. O una serie de tv. Pero no. Eso pasó en Puerto Rico. En la vida real. La única explicación es que estaba viendo una realidad alterna.

En los cómics eso se hace muchísimo, y en las películas también. Vemos mundos donde suceden cosas que no aplican al mundo “principal”, malos que son buenos, buenos que son malos, que hubiera pasado si “x” o “y” etc., etc. Da la casualidad que en la pantalla de mi celular vi pasar uno de esos casos; una realidad alterna donde un hombre era capaz de conseguir 4 millones de dólares en menos tiempo de lo que tarda el que nos sirvan en un restaurante. Excepto que no era una realidad alterna de fantasía. Solo era una realidad alterna a la mía. A la de la gran mayoría de los que vivimos en este país, en este mundo. No estoy trayendo nada nuevo; un político de esos blancos, ricos, altos, y colorao’ de Estados Unidos habló hace años de “las dos Américas”, la realidad de los que tienen mucho y la de los que tienen poco o nada. En Puerto Rico pasa lo mismo. Hay dos mundos tan distintos de cada cual, y deberíamos abrir los ojos. Rápido. Perdón, eso no es necesario, en estos días ya lo hicieron por nosotros. A la mala. Cuando los federales arrestaron y acusaron al juez del tribunal de Aguadilla, Manuel Acevedo, nos enteramos que estaba comprado por un contador público autorizado, Lutgardo Acevedo, a quien el primero absolvió de asesinato involuntario a cambio de regalos, dinero, una motora y una puerta de garaje.

Más aún, nos abrieron los ojos a la realidad alterna en que vivía el tal Lutgardo. Se juntaba con políticos, bebía con ellos, comía con ellos, con figuras de la farándula, con abogados famosos, con respetados líderes religiosos. Mientras nosotros tenemos que esperar cada cuatro años para que pasen por frente de nuestras casas, el amigo Lutgardo los tenía al alcance de una llamada.

WAIT! ¿Sabremos toda la verdad?

Mientras todo esto ocurre, nosotros los mortales nos conformamos con gritarles a través de las redes sociales –sintiéndonos tan poderosos por eso– Lutgardo los tenía de verdad. Con lo que baila el mono, los donativos políticos, las ofrendas a iglesias con influencia en el gobierno, amistades en las altas esferas, como dice el cliché.

El problema de estos seres que viven en esta realidad alterna no es lo que estamos viendo sino lo que no podemos ver. ¿Cuántos Lutgardos hay por ahí? ¿Cuántos buenos “amigos” del juez (u otros jueces) se escaparon de la justicia gracias a su “generosidad”? ¿Quién gobierna el País? ¿A quién escuchan los que gobiernan? A mí no es definitivamente. No podría ni conseguir $40 en una hora, a no ser que sea día de pago.

¿A cuál realidad le están poniendo atención? ¿A la nuestra? ¿O a la de los que pueden conseguir cuatro millones en una hora y arreglarles la puerta de sus garajes?

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Esto tiene solución pero es la que no nos gusta porque involucra trabajar. Salir de la zona de confort. Entender de una vez que hashtags, caminatas, marchas, escribir este blog,  y estatus de Facebook no hacen mucho, si acaso nada. Significa leer más de lo que realmente importa. Olvidarse de modelos, senos falsos, cuernos, quién salió con quién y dejarles saber a los que gobiernan que los estamos velando. Bien de cerca.

Eso no va a pasar, yo vivo en la realidad que es. Al menos, una familia tuvo justicia ayer. Al menos, la familia de Félix Babilonia pudo tener su propia realidad alterna, aunque sea una vez.

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