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Crítica de Nine Days: La Muerte antes de la Vida

¿Dónde estábamos antes de nacer? Curiosamente en menos de un año estrenaron dos filmes sobre ese tema. Primero fue Soul, producción animada de Pixar, y ahora Nine Days, debut directoral de Edson Oda, ofreciendo una alternativa mucho más profunda a esa pregunta. Más profunda, y más dolorosa, no por lo que ocurre sino por sus filosas reflexiones, y una escena final que todavía me late en el alma.

Interpretado por Winston Duke (Us, Black Panther), Will es un… ¿ángel? ¿Demonio? ¿Algún dios? ¿El dios? Quien sabe, nunca nos dicen. Esto es una película para audiencia paciente, sin prisa, sin exigencias, dispuesta a disfrutar el lento pero enfocado ritmo de Oda, a quien no le interesa explicarte nada, dejándonos el trabajo de llenar los blancos, porque lo importante son las emociones, no las acciones. Will pasa sus días en una pequeña casa aparentemente en el medio de la nada, analizando videos grabados desde el punto de vista de sus protagonistas. Sus análisis escritos con papel y lápiz son organizados en archivos, los videos grabados en V/H/S. En las pantallas de los viejos televisores vemos historias de distintos hombres y mujeres, desde un adolecente siendo abusado por compañeros de escuela, hasta una talentosa violinista, quien parece ser el orgullo de Will entre todos sus vigilados.

Cuando llega el día de un importante concierto de la violinista, hasta Kyo (Benedict Wong), un vecino y colega –aunque con menos posición, debido una razón que explican más adelante- visita para ver el espectáculo, pero todo cambia cuando la joven fallece inesperadamente. Casi inmediatamente llegan varios extraños a la casa. Son almas recién creadas, que tendrán que vivir nueve días con Will, pasando entrevistas y pruebas hasta que uno de ellos sea escogido por Will para nacer, ocupando el espacio de la recién fallecida. Todo esto parece ser normal en esta realidad entre la vida y la muerte pero Emma (Zazie Beetz), una de las candidatas, es un alma mucho más intensa que los demás, y su deseo de vivir va más allá de simplemente querer existir, repleta de curiosidad, maravillada por las minutas más pequeñas de la vida.

NIne Days es una hermosa reflexión sobre lo que significa estar aquí; estar vivos, disfrutar cada sensación con toda la capacidad posible, ver la belleza existencial en los detalles más minúsculos de la vida, desde sentir el viento corriendo bicicleta, hasta una divertida conversación, gozar las pasiones de lo que se ama, abrazar más fuerte, saludar con más cariño, sentir la arena en tus pies. Esto es una película corriendo al ritmo de su propio tambor y por favor tengan paciencia, no se desesperen, disfruten de los diálogos, de las actuaciones, especialmente Duke, quien da el mejor trabajo de su carrera, encarnando a Will en un modo restringido, dejando que las emociones surjan a cuenta gota para cuando finalmente exploten, se les quede pegado en el corazón por el resto de sus días.

Ya casi no hacen películas como NIne Days, donde el enfoque es contar una historia saliendo de lo más profundo de sí mismo. Inmensamente recomendada.

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