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Crítica de Once Upon a Time… in Hollywood

Si el 9 de agosto del 1969 es “el día que los 60’s murieron”, esta es la despedida final. Despues de una larga espera, estrena en Puerto Rico Once Upon a Time… In Hollywood, el nuevo filme de Quentin Tarantino. Si es cierto que planea retirarse luego de dirigir 10 películas, hace sentido que este sea el modo en que comience a decirnos adiós.

La película más personal de Tarantino. Su canción de amor y, al mismo tiempo, su propio rito funeral a una era que marcó la historia pero terminó fulminantemente.

Once Upon a Time… In Hollywood es una historia que no podía haber escrito hace 20, 10, o siquiera 5 años atrás. Un hombre en sus cincuentas, recordando con cariño la época de su niñez mientras intenta darle su propia versión, negándose a aceptar la realidad, prefiriendo construir su universo.

Cuanto te guste depende que es lo que prefieres de Quentin Tarantino como creativo. Once Upon a Time… In Hollywood tiene todo lo que hace mejor… y mucho de lo que hace mal. O mejor digamos menos bueno.

Leonardo DiCaprio es Rick Dalton, un actor viendo su carrera en inevitable declive, solo pudiendo conseguir papeles de “villano de la semana”. Rick se hizo famoso protagonizando su propio programa de televisión una década antes pero, ahora es usado por los poderes detrás de las cámaras para subir la presencia de nuevos actores; el destino aparentemente inescapable en una industria que vanagloria la juventud y castiga sin piedad el paso de los años.

A su lado siempre Cliff Booth (Brad Pitt). Aunque el trabajo oficial de  Cliff es ser el “stuntman” (sustituirlo en escenas peligrosas) de Rick, en realidad es mucho más que eso. Cliff es su mejor amigo, chofer, cuidador de la casa, arréglalo todo, y cualquier otra cosa que Rick necesite.

La relación entre Rick y Cliff es una de las mejores que Tarantino ha escrito, tanto por lo que presenta en pantalla como lo que hay detrás. Rick describe a Cliff como “más cercano que un hermano, poco menos que una esposa”. Sin embargo, cuando cae la noche, Rick se retira a su enorme casa, mientras Cliff conduce su destartalado auto hasta el carromato todavía más destartalado en el que vive, el cual, a pesar de estar en el medio de la nada, tiene un auto cinema justo al lado, constante recordatorio del mundo en que vive.

Ambos personajes aceptan sus respectivas posiciones sin ironía ni resentimiento. Ni a Rick parece preocuparle las condiciones en las que vive Cliff, ni a Cliff parece molestarle la enorme diferencia en calidad de vida con su jefe.

Como tanto que escribe Tarantino, se podría discutir por horas lo que el escritor/director quiere decir con esto: ¿Quiso hacer un comentario sobre como las diferencias de clases son inevitables y por tanto funcionan mejor cuando cada lado las acepta? ¿O quiso denunciarlas silenciosamente, diciendo como las cosas no cambian mientras ambas partes lo permitan?

DiCaprio hace otro de sus mejores trabajos como Rick. Por un lado trata de salvar su carrera, manteniendo las malas costumbres que se la arruinaron; el clásico cuento del frustrado actor auto-destruyéndose hasta que recibe una oportunidad inesperada. Claro, al estilo Tarantino; increíblemente divertido verlo darse animo en su camerino y compartir escenas con Julia Butters, interpretando a Trudi, una precoz y astuta actriz joven.

Al mismo tiempo que Rick y Cliff luchan por mantenerse relevantes en un negocio que los está echando para el lado, una estrella en ascenso disfruta su tiempo en camino hacia el tope.

Margot Robbie interpreta a Sharon Tate. Contrario a los otros dos, Sharon no solamente existió realmente, sino que posiblemente sea la razón que esta película existe.

Desde hace 50 años, Sharon Tates es mayormente recordada como víctima de un cruel asesinato, parte de una ristra de matanzas cometidas por seguidores del líder cultista Charles Manson.

Pero ella fue más que eso. Fue una actriz nominada al Globo de Oro, amiga, esposa, y mujer repleta de sueños, siempre descrita como “simpática, amable, generosa, humilde y bastante tímida”.

Todo eso representado perfectamente por Robbie. Su Sharon Tate baila sola en casa mientras empaca ropa, recoge una extraña pidiendo ayuda en la calle y, cuando la deja, se despiden como amigas de toda la vida. El director usa a Sharon Tate como una alegoría cariñosa de los 60’s; ella es la inocencia, alegría y dulzura que probablemente prefiere de esa época, y que no pudo vivir de la forma en que hubiera querido por haber nacido muy tarde.

En una de las secuencias más gentiles en una película de Tarantino, Sharon visita un teatro presentando una de sus películas, luego de conseguir entrar gratis de la forma más adorable. Adicional a verse en pantalla, Sharon se divierte viendo la reacción de la audiencia a sus momentos cómicos y hasta aplaudiendo los de acción.

Esa escena fue la más que tocó emocionalmente y sospecho que hará lo mismo a todo actor, comediante, bailarín, o artista en general que presente su trabajo en público. Tarantino logró capturar ese tipo de indescriptible adrenalina producida cuando vemos la audiencia reaccionando.

Por otro lado, están los mismos 60’s siendo una especie de tercer protagonista. La música, los escenarios, la ropa, pero especialmente la actitud. Recordada como la década de “amor y paz”, el amor libre y la contra-cultura, Tarantino nuevamente usa su pluma para romper el hechizo. Al igual que con Rick y Cliff, el director usa la vida de Tate como contraparte del otro lado de la cerca.

En papel se escuchan bonitas las ideas pero, Tarantino no le interesa preservarlas sino destaparlas. Mientras en un momento del filme Tate baila sola en una lujosa fiesta dentro de la mansión Playboy, en otro un grupo de chicas busca comida en la basura detrás de un restaurante, celebrando cuando encuentran pan.

Sharon Tate fue usada por su belleza para vender taquillas, las otras mujeres del filme son usadas para placer sexual y manipulación. Nuevamente, ambos lados aceptan su lugar sin aparente resentimiento, dejando la audiencia hacerlo por ellas.

Mucho se habló (y se temió) que Tarantino convirtiera a Manson en uno de su personajes, dándole algunos de sus agudos diálogos y personalidad. Todo lo contrario. Tarantino no escatima en presentar la otra cara de la fantasía vendida por los medios, y el mismo criminal. Cuando se habla de “la Familia Manson”, se hace en forma casi gloriosa, algo que Tarantino desprecia inmediatamente, llevándonos a una comuna de gente desnutrida, insistiendo en vivir su ilusión entre basura, sucio, y comida expirada.

Con este cuento de hadas Tarantino quiso exorcizar demonios que llevan cinco décadas persiguiendo una industria sostenida en mentiras, fantasías y sueños.

El problema es que al terminar el filme volvemos al mundo real. Y quizás esa frustración era su intención.

Su más cruel broma.

Once Upon a Time… In Hollywood es la película de Tarantino que más disfrute ver en cine desde Inglorious Basterds y, como siempre, me quede con ganas de pasar más tiempo en ese mundo, y con ganas de verla nuevamente lo más rápido posible.

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