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Crítica de Richard Jewell: Terror y Paranoia social

El 27 de julio del 1996, durante una celebración de las olimpiadas en Atlanta, explotó una bomba casera, colocada por Eric Rudolph, un terrorista estadounidense que ya había atacado clínicas de aborto y un establecimiento para la comunidad LGBTTQ. Aparte de homofóbico y misógino, Rudolph también promulgaba supremacía blanca.

Comienzo esta reseña de Richard Jewell con esa información porque el más reciente filme de Clint Eastwood apenas lo menciona, además de dejar su ideología y razones completamente fuera.

En su lugar, Eastwood aprovecha esta fascinante historia para expresar sus ideas políticas sin reparo, incluyendo atacar la prensa y el sistema judicial, especialmente el FBI.

Al menos la hace entretenida, y sospecho que la mayoría de la gente que la vea saldrá satisfecha, pensando “que película más brutal”. Especialmente aquellos compartiendo su ideología.

Habiendo dicho todo eso, Richard Jewell es una potente y aterrorizante crónica de como la opinión popular es tan fácil de manipular. En mejores manos, hubiera sido otra gran producción junto a The People vs OJ: American Crime Story (véala en Netflix) y la excelente Gone Girl de David Fincher. Eastwood no tiene la astucia cínica de Fincher, ni la habilidad de montar un estudio social como la serie limitada sobre Simpson, pero lo que si tiene es una interesante historia en sus manos.

Richard Jewell, interpretado fantásticamente por Paul Walter Hauser (I Tonya), es un guardia de seguridad con sueños de convertirse en agente de ley y orden. Richard es de esas personas con alta inteligencia para datos pero, escasa habilidad social – es como Dwight en The Office.

Al menos consigue ser guardia de seguridad. Durante una de las actividades relacionadas a las olimpiadas en Atlanta, Richard identifica un bulto sospechoso debajo de un banco. Fiel a los protocolos de seguridad que conoce al pie de la letra, Jewell llama la atención de sus compañeros, confirmando que se trata de una bomba casera.

Aunque la bomba explota, afectando varias personas, causando una muerte directa y otra indirecta, no hay duda alguna que Richard Jewell fue un héroe, salvando la vida de muchos más, gracias a su diligencia y compromiso con la seguridad pública.

Así lo celebran la prensa, el gobierno y el público, ante el orgullo de su madre Bobi (Kathy Bates), con quien todavía vive.

La felicidad le dura poco pues la periodista Kathy Scruggs (Olivia Wilde) descubre que el FBI está observando a Richard como posible sospechoso, ya que no sería la primera vez que alguien descubre una bomba puesta por sí mismo para ganar fama.

Cuando la información se publica, Richard se convierte instantáneamente en paria social, situación con la que pocos podrían lidiar, mucho menos el bonachón amante de armas, con baja habilidad social y todavía menos amigable para las cámaras.

Mucho se ha hablado en medios sobre la forma en que Scruggs consigue la información en la película, ofreciendo favores sexuales al agente Tom Shaw (Jon Hamm). Scruggs no puede defenderse habiendo fallecido en el 2001, y es una pena que ese minuto se haya incluido pues ninguna de las partes es completamente inocente de lo que sucedió.

Según reportes, la información fue filtrada irresponsablemente por el FBI pero el Atlanta Journal Constitution, publicación para la que Scruggs trabajaba, también tomó la problemática decisión de publicarla antes de permitir  que la investigación estuviera más desarrollada.

El punto es que esa cadena de acciones provocó que Richard fuera juzgado en la corte de opinión pública, donde sabemos muy bien que rara vez el acusado sale bien, sea culpable o no.

Jewell contrata a Watson Bryant, un abogado con quien había trabajado unos 10 años antes, interpretado por Sam Rockwell. Las mejores partes de Richard Jewell son definitivamente las interacciones entre ellos; pues Jewell no disimula su admiración por los agentes investigándolo, mientras Bryant exasperadamente trata todo lo posible de salvarle el pellejo. A eso se le suma Kathy Bates brillando como siempre en sus escenas.

Richard Jewell no es tan buena como pudiera ser, pero sigue siendo un ejemplo del inmenso poder que tienen las instituciones sobre sus ciudadanos y la urgente necesidad de criticarlos cuando lo hacen mal, y exigirle mayor responsabilidad.

Porque uno nunca sabe; el próximo Richard Jewell podrías ser tú.

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