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Crítica de The Laundromat: La corrupción nunca fue tan aburrida

En el 2015, una fuente anónima filtró sobre 11 millones de documentos detallando información secreta de más de 200,000 entidades extranjeras creadas por Mossack Fonseca, una agencia legal establecida en Panama. Luego de un año de colaboración entre 107 organizaciones periodísticas alrededor del mundo, fueron publicados los “Papeles de Panamá”, revelando como dichas entidades se usaron para multitudes de propósitos, incluyendo ocultar actos ilegales proteger activos y riqueza de impuestos.

En el 2015 estrenó The Big Short, excelente filme de Adam McKay, explicando de forma humorística las causas de la crisis económica del 2008.

En el 2019, Steven Soderbergh decidió filmar una película sobre los Papeles de Panamá y, si su intención no era copiar lo que McKay hizo en The Big Short, entonces The Laundromat es una increíble casualidad. El problema es que Soderbergh, uno de los mejores directores vivos hoy día, no posee la sensibilidad de McKay para manejar humor de la forma necesaria, y el resultado es un desenfocado hibrido de drama y comedia que nunca logra organizarse lo suficiente para contar su necesaria historia.

Los abogados de Mossack Fonseca intentaron infructuosamente detener el estreno de The Laundromat por vía legal. Resulta que todo lo que tenían que hacer era esperar a que la gente se durmiera viéndola.

Si eso les resulta increíble, peor es cuando pensamos en su elenco. Antonio Banderas y Gary Oldman interpretan respectivamente los infames Ramón Fonseca y Jürgen Mossack, rompiendo la cuarta pared para explicar los detalles de su trampa.

Meryl Streep es Ellen Martin, una reciente viuda siguiendo el rastro de una de las entidades falsas creadas por Mossack Fonseca, con la intención de salvar una compañía de seguros de pagar la póliza prometida luego del accidente que cobró la vida del esposo de Ellen. Junto a esa historia, hay varias relacionadas a entidades y o individuos aprovechando las estrategias de la agencia para escapar consecuencias de acciones ilegales o, como mínimo, inmorales.

Desafortunadamente, Soderbergh falla en trazar líneas coherentes entre cada situación y, aunque puedo entender que el caso continua relativamente activo, The Laundromat se siente más preocupada por contarnos lo que pasó que en asegurarse que su audiencia lo entendió, y no puedo evitar pensar que hubiera funcionado mejor como un documental.

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