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Crítica: The Crown Cuarta temporada

Luego de una excelente primera temporada, y una segunda y tercera que estuvieron ok, llega a The Crown lo que más necesitaba: los 80’s. La era de pantalones al muslo con medias hasta la rodillas, ropa neón, salsa gorda, rock pesado, peinados gigantescos y la última década cuando podías pagar casa y carro con salario mínimo (gracias por nada, Ronald Reagan), también trae la Princesa Diana Spencer, la Primer Ministro Margaret Thatcher, y suficientes  problemas sociales para darnos 10 episodios repletos de drama pero sobre todo…de chisme. Delicioso, jugoso chisme real.

Ustedes lo saben, yo lo sé, Netflix lo sabe y hasta los extraterrestres también lo saben: lo que la gente quería ver en esta serie desde el principio es la Princesa Diana y su tumultuosa relación con el Príncipe Carlos.

La cuarta temporada no pierde tiempo presentándonos la querida Princesa del Pueblo desde el primer episodio conociendo su futuro dolor de cabezas, sus primeras interacciones con la familia real, incluyendo sus días viviendo en el palacio como prometida del Príncipe.

Tantas cosas pasaron durante esos 10 años que, contrario a sus dos anteriores temporadas, The Crown intenta resumir varios eventos tan conciso como posible sin quitarles importancia; el conflicto con la IRA, los problemas económicos en la sociedad inglesa entre otros.

Sin embargo, el enfoque continua siendo la Reina Isabel, nuevamente interpretada por Olivia Colman, quien esta vez tendrá que defender su posición como líder de estado contra la figura menos esperada: La Dama de Hierro.

No, no la banda, aunque eso hubiera sido interesante, sino la político que marcó una década en Reino Unido.

Gillian Anderson (si, ESA Gillian Anderson) se transforma en Margaret Thatcher, la primera mujer elegida como Primer Ministro de Gran Bretaña cuyas estrictas políticas sociales y económicas re-definieron el imperio por completo y establecieron una era.

Anderson interpreta a Thatcher con sutilidad, sin disculpas de sus ideales o posiciones que le merecieron el famoso apodo, y firmeza pero mostrando su humanidad, sin nunca caer en caricatura. Si yo fuera ella, estaría comprando crema para pulir premios.

En la fuerte y calculadora actitud de Thatcher, la Reina encuentra un adversario que simultáneamente respeta y desprecia su posición como monarca superior por algo tan arbitrario como su nacimiento, pues la Thatcher de Anderson vive con el peso de todo lo que tuvo que superar para llegar a su lugar.

Las escenas entre estas dos figuras completamente seguras de tener la razón son una clase de actuación constante que me disfrute cada segundo.

Pero al igual que en la vida real, es la Princesa Diana que se lleva toda nuestra atención.

Con maquillaje, ropa y peinado aumentando todavía más su parecido físico, la actriz Emma Corrin manifiesta a Diana en una forma tan natural, humana y orgánica, que en momentos tenía que recordar que se trataba de una actuación.

Pero ni La Corona ni la serie en su nombre suavizan su historia, exponiendo crudamente el desastre natural que fue un matrimonio que nunca debió ocurrir; sea por su desorden alimentario, el maltrato emocional recibido, o su comportamiento imprudente dentro de un sistema que, seamos honestos, tiene unas reglas claramente establecidas, y que lleva tres años mostrando como todos adentro tuvieron que sacrificar partes de sí mismos para acoplarse.

Pero no se asusten, que la serie no  le pasa la manito a Carlos, dejando claro de haber sido el responsable del fracaso matrimonio al mantener a Camila Parker Bowles a su lado, prácticamente a la vista de todos.

¿Por qué? Quien sabe; el amor es extraño y descontrolado

Desde la primera temporada vimos como el peso literal y metafórico de la corona era suficiente para romper relaciones, amores y voluntades pero nunca había dolido tanto como estos 10 episodios donde la insistencia en mantener ese sistema llega a la crueldad.

Con estos 10 episodios, The Crown continúa su posición como una de las mejores series originales en Netflix, dándonos excelentes guiones, dirección, actuaciones, valores de producción, y la habilidad de transportarnos a los momentos en pantallas. Pero sobre todo mucho bochinche.

¡Inmensamente Recomendada!

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