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Crítica: The Trial of the Chicago 7

Tres cosas me impactaron viendo The Trial of the Chicago 7, el nuevo drama de Netflix: nunca había escuchado de esta historia, lo cual no me sorprende porque el sistema educativo de Puerto Rico apenas nos habla de la contra-cultura local, mucho menos de la estadounidense. Segundo: cuan depresivamente relevante se siente algo que sucedió hace 51 años atrás y, tercero, el poder del sistema sobre nosotros debería mantenernos en un estado constante de terror.

Originalmente desarrollada para ser dirigida por Steven Spielberg, The Trial of the Chicago 7 terminó en las manos del inmensamente reconocido dramaturgo Aaron Sorkin (The West Wing, The Social Network, The Newsroom), en su nuevo filme como director después de Molly’s Game. En su segundo turno al bate, Sorkin demuestra mucho mayor control y coherencia aunque, no logra escapar de sus peores manías.

Un año después de las protestas durante la convención demócrata en Chicago, 1968, siete figuras son llevadas a juicio como responsables de los disturbios: Tom Hayden (Eddie Redmayne), Rennie Davis (Alex Sharp), Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen), Jerry Rubin (Jeremy Strong), David Dellinger (John Caroll Lynch), Lee Weiner (Noah Robbins), y John Froines (Danny Flaherty). Junto a ellos está Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen II), el Presidente del Partido de las Panteras Negras, injustamente impuesto por la corte pues no fue parte de los motines bajo los cuales son acusados el resto.

Los abogados son William Kunstler (Mark Rylance) y Leonard Weinglass (Ben Shenkman), mientras los fiscales Richard Schultz (Joseph Gordon-Levitt) y Thomas Foran (J.C. MacKenzie) con todo el poder del estado buscando suprimir voces contrarias.

El crimen fue violar lar la ley Rap Brown, la cual había sido incluida en el Proyecto de Ley de Derechos Civiles a principios de ese año por senadores conservadores. La ley hizo ilegal cruzar las líneas entre estados para provocar disturbios o conspirar para usar el comercio interestatal para incitar disturbios.

El fiscal general del anterior presidente Johnson, Ramsey Clark, se negó a procesar el caso pero, el nuevo gobierno quería enviar un contundente mensaje: no habría tregua para disidentes.

No es un juicio cualquier, es “un juicio político”, como insiste Hoffman, donde no tendrán ninguna oportunidad de recibir justicia. Hayden insiste en seguir el procedimiento de la mejor forma posible. Hoffman y Rubin desconfían de toda autoridad e institución por lo que participar pasivamente va contra su ideología. Esta contradicción es uno de los conflictos constantes dentro del mismo grupo luchando por su libertad.

Y es un buen tema; ¿Qué funciona mejor? ¿Pelear contra el sistema desde afuera o desde adentro? Al día de hoy no hay respuesta concreta y este no es el sitio pero, Sorkin no se asusta de presentar ambos lados, algo que no sorprende pues el guionista ha hecho una carrera de decirnos que las instituciones no son malas, sino la gente adentro que lo corrompe.

Excepto que los hechos ocurridos durante el juicio de los siete demuestran más para un lado que el otro; el juez Julius Hoffman (Frank Langella) es cínicamente parcial hacia la causa del estado, y especialmente agresivo contra Seale, a quien abiertamente le niega representación legal, culminando en una escena tan desagradable, que tuve que investigar si realmente ocurrió. La respuesta es sí. Y fue peor en vida real.

Así me sentí varias veces durante The Trial of the 7, con momentos tan descabellados que pensé que eran inventos de Sorkin, conocido por sus filosos diálogos y astutas movidas de trama pero también gusto por la hipérbole. En este caso, es inocente; Hoffman y Rubin fueron tan imprudentes como presenta la película, Seale realmente fue tratado en la forma horrible como verán, y el Juez Hoffman se comportó así de cínico.

Con un elenco tan grande es casi imposible darle espacio para todos brillen por igual, a pesar de eso Sasha Cohen Baron resalta como Hoffman, especialmente sus momentos discutiendo contra Hayden.

Sorkin nos mueve entre el presente durante el juicio, los días antes y durante las protestas, el disturbio en sí, incluyendo material de archivo de la era, y momentos con Hoffman narrando los sucesos delante de estudiantes universitarios. En manos menos hábiles hubiera sido un desastre narrativo pero, entre el chispeante dialogo de Sorkin y la edición maestra de Alan Baumgarten, nunca perdí sentido de lo que ocurría.

The Trial of the Chicago 7 es una de mis películas favoritas que he visto en el 2020, y la considero inmediatamente algo que la mayor gente posible debe ver al menos una vez.

¡Inmensamente recomendada!

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