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Crítica: Wonder Woman 1984 llega cuando más la necesitamos

Si la primera película de Wonder Woman salvó el Universo Expandido de DC, Wonder Woman 1984 llega a salvar el planeta. Ok estoy exagerando pero, al menos durante las dos horas y media que dura me sentí emocionado de estar en el 2020 aunque fuera en una realidad ficticia. ¿No es para eso que existen los súper héroes? ¿Para imaginar un mundo mejor?

Patty Jenkins regresa como directora lanzándose de pecho en una colorida historia no solamente rindiendo cariñoso tributo al heroísmo clásico con el que muchos crecimos, intenta rescatarlo y traerlo de vuelta sin miedos, vergüenza ni pena. Hacía tiempo no me sentía tan emocionado de ver un héroe en pantalla luchando por nosotros.

Décadas luego de llegar a la “tierra de hombres”, Diana Prince (Gal Gadot) vive anónima trabajando en el Museo Smithsonita aunque de vez en cuando se pone su traje para combatir criminales. A pesar de tantos años, Diana todavía recuerda a Steve Trevor (Chris Pine) como insuperable gran amor, manteniéndose sola. Ser semi-diosa le da larga vida pero eso significa la tragedia de tener que ver toda su gente amada vivir y morir, por lo que ha preferido mantenerse al margen de la sociedad.

El problema es que es imposible que alguien que se ve como Gal Gadot pueda mantenerse oculta y Barbara Minerva (Kristen Wiig), la nueva empleada del museo, rápidamente queda maravillada por su presencia elegante, glamorosa, radiante. Todo lo que ella quisiera ser.

Mientras tanto Maxwell Lord (Pedro Pascal), un petrolero más conocido por sus rimbombantes anuncios comerciales que sus logros, ofrece donar una inmensa cantidad de dinero al museo pero, sus intenciones reales no son necesariamente generosidad.

Wonder Woman 1984 es una fábula sobre el poder. ¿Qué clase de persona realmente serias si tuvieras poder? Si puedes contestar eso honestamente entonces, ¿deberías tener poder sobre otros? La comparación obvia con Maxwell será entre Trump pero pudiera aplicarle a muchos otros usando influencias en temas desde política, sociales, religiosas o ideológicas.

Los que crecimos bajo la sombra de la capa de Christopher Reeves lo seguimos usando (en ocasiones tercamente, admito) como estándar de la personificación perfecta de un superhéroe en pantalla. Pero así como ese Superman enfrentó retos internos y externos, la Diana de Gal Gadot combatirá los desafíos más difíciles de su vida tanto físicos como emocionales.

Patty Jenkins sabe lo que tiene en las manos y lo utiliza a cabalidad con la energía de la década cuando ocurre. Desde la envidiable química en escena de Gadot y Pine, el carisma natural de Wiig mantenido aun durante su transformación, hasta la elasticidad emotiva de Pascal, dejando claro cuan desperdiciado queda su talento en The Mandalorian (serie que AMO) con su rostro debajo de un casco.

Pero la estrella sigue siendo Gadot personificando la compasión, dulzura, y amor por la humanidad de Diana. Yo quiero ser mejor persona para no defraudarla.

El tercer acto se desinfla con una resolución que no me encantó y quizás fue más “novelera” de lo que hubiera querido pero, el trabajo de todo su elenco principal -especialmente Gadot – permite pasar por alto esos defectos y dejarme con ganas de ver la próxima gran aventura de la Princesa de las Amazonas. ¡Inmensamente recomendada!

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